
Te arrebataron el fuego
El odio llamó a tu puerta y la abriste confiado.
No podías imaginar que una jauría fanática
cerraría tus ojos, apenas abiertos,
a una realidad que muerde y sangra.
Nos asesinaron a todas y a todos ese día
cuando al grito: “maricón de mierda”
te humillaron y te golpearon sin piedad
porque las palabras de los fanáticos
primero te quitan la dignidad y luego te asesinan.
De nada sirvieron tus explicaciones,
de nada sirvieron los gritos de tu compañera,
de nada sirvieron tus ganas de vivir
porque la sentencia estaba dictada sin juicio previo.
¿Acaso la jauría fanática conocía tus sueños?
No les importaban, y por eso los pisotearon
como si pisotearan a un niño
sorprendido en su inocencia vital.
El odio no escucha porque se alimenta
del miedo de sus víctimas,
y cuando la bestia clava sus garras
en el cuerpo desnudo y vulnerable de la presa
manifiesta su sadismo criminal.
Hay quien dice que no fue homofobia
asesinar al grito: “maricón de mierda”.
Quizá para esa gente sea un epitafio de aviso
de vísceras ulcerosas ancladas en el pasado
de un credo que no admite la diversidad.
Tu estrella, amigo Samuel, dejó de brillar
porque te arrebataron el fuego de la vida,
pero te fuiste como un relámpago
que nos llenó de coraje para decir: ¡basta ya!
Y las calles rebosaron de indignación
porque muchas y muchos nos negamos a callar.
Hoy hemos rescatado tus cenizas del olvido
y tu nombre recorrerá las avenidas de nuestras mentes
porque en este lado del abismo
el arcoíris sigue brillando después de la tormenta.
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