Día Internacional de la Mujer 2022

Presentamos el paradigmático relato de

ALBA BALA

NATURALEZA PRIMORDIAL

Ambientación con música de Kyriades

El verdor y la belleza de “El Carrusel” quedan resaltados por la luz de la mañana e invitan a penetrar en este emblemático jardín de “El Louvre». Así se concreta la primera visita; si bien, esta ubicación es por puro azar.

        El origen de toda vida comienza con una conciencia pura, inmutable y atemporal, que se adhiere a una inteligencia cósmica creativa y esto hace posible su manifestación. Esta fuerza creadora, “naturaleza primordial”,  cuenta con suficiente capacidad sensorial para obtener una vista panorámica desde su posición;  y así,  recorre en esta mañana luminosa,  flotando,  todas las galerías y salas del magnífico palacio.  En verdad,  el mundo es percibido por esta alma-mente con mediana distancia y desafectación, pues aún forma parte del gran inconsciente que no se sitúa en una percepción fragmentaria, que reside en la “Inocencia”  libre de ataduras, deseos o personalidad alguna;  no  arrastra ningún pasado. Pero un cambio ha tenido lugar, la determinación de esta inteligencia la ha llevado hasta aquí. Corteja el crear un “yo”,  poner la simiente de lo que será en el futuro un ser orgánico complejo: habrá de abrirse camino por la vía de los hilos naturales para su expresión física, su identidad.

Con la perspectiva adecuada, considera detenidamente cada forma humana  que encuentra; en particular las femeninas.

Su mirada cala hacia el interior, traspasa el continente para adentrarse en la esencia. En un instante preciso, conoce el deseo que alberga el corazón de la joven berlinesa, lo cual atrae toda su atención. Se hallaba aquella absorta en la contemplación de un pequeño cuadro: «La Gioconda».  El alma determina, sin albergar dudas, que esta singular pintura, esa “señora” («mona», en italiano antiguo) será su embajadora ante la mujer que va a materializar y alumbrar su ser.  Una corriente sutil, -una especie de soplo-, se adentra en la joven pensativa y en su cara se dibuja, reflejada, la enigmática sonrisa del lienzo, quedando así conjurada una nueva vida.

 En la oscuridad de una noche sin luna fue concebida la criatura. Y en el tránsito a la vida que conocemos, una mente primigenia iba desplegando e incorporando las capacidades sensoriales y motoras. Por ello, este ser se deleitaba al escuchar los suaves acordes de piano que, tamizados, acariciaban sus oídos. Ciertamente, la Música era parte de su consciencia y su memoria cósmica. Podía también distinguir la luz que alegraba un nuevo día; y apreciar en sus labios el sabor ligeramente salado y amargo del cálido océano que bañaba su cuerpo entero. En este lugar tan confortable le era posible expandir y contraer sus piernas y brazos a voluntad. 

La existencia del ser es producto del karma, inexorable.  Así como su alma inmortal aporta la fuerza espiritual heredada de la conciencia infinita, también lo hace un “yo”  perecedero, cargado de abundante material artístico. Todo su cuerpo,  ─cada célula, músculo, víscera o nervio ─, es su legado.  Ese es el lienzo a pintar, la madera a tallar, la nota que afinar; trabajar sobre sí,  a través de su gran genio creador,  y lograr que sus intenciones, sus palabras y sus actos alcancen a ser su mejor obra.  Sentirse, conocerse tierra adentro… y necesariamente destruir todo lo que le impida SER. La senda no será fácil, estará sembrada de dolor y controversias. El campo de batalla, a su alrededor, ─en lo cotidiano ─, y la enemiga más aguerrida, dentro de sí. Mas,  consigo lleva también a su gran aliada.  Es, en suma, la invitación originaria: reencontrarse con lo abstracto, absoluto y divino, desde lo concreto, individual y pequeño. El camino será apasionante.

            «Es ahora el momento», -acude la certeza un día-.  Sintiendo un irrefrenable deseo de salir y despojarse de su escafandra, -inservible ya-,  ella atraviesa,  casi en carne viva,  la mismísima puerta de la Vida.  Esto duele profundamente, por su pequeña boca sale, desafiante, un enorme rugido de tigresa. ¡Viene a comerse el mundo!

Alba Bala