Gritos en la mar

El OPEN ARMS, frente a Lampedusa, con personas rescatadas de una muerte segura en el mar y a quienes el ministro del interior de Italia, Mateo Salvini, niega el acceso a sus puertos, incumpliendo las leyes internacionales, sin que los demás países de la Unión Europea levanten la voz.

¡Qué vergüenza de civilización!

El Mediterráneo convertido en cementerio

de las personas que huyen de la miseria

navegando en pateras a la deriva de un sueño,

de las que huyen del infierno de las guerras

prefabricadas desde fuera.

Dispuestas a realizar cualquier trabajo,

solo piden a cambio desplazarse con libertad.

A mis oídos llega un grito desesperado

y su eco insulta mi ego de civilización.

Hay tanto ruido mediático en los aledaños

del oportunismo, que las voces de las víctimas

se pierden en el rumor de las olas

y sus lágrimas se mezclan con el salobre

en el último adiós,

sin que ni tú ni yo nos estremezcamos.

El Open Arms nos ha puesto frente al espejo

de nuestras miserias.

 Que se los lleven a otro puerto,

vociferan algunos desde sus poltronas.

No les queremos aquí porque son una carga

para el sistema.

Y el resto de los presentes, en esta hora de la verdad,

miramos para otra parte, como si nada.

El futuro maldecirá tanta cobardía.

Víctimas condenadas por ser pobres.

Alguien dictó sentencia desde su egoísmo patrio.

¡Que vergüenza de humanidad!

Alguna gente piensa con sus tripas

llenas de indiferencia,

arrastrando los harapos de sus miedos.

Solo en la estupidez y en la simpleza

es donde la bestia se mueve con soltura.

Entre las brumas del Estigia, el río del odio

que recreó Dante, algo se mueve.

Octavio Cacho

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